27 julio, 2008

El Planeta de los Nimios

Cosas así me arruinan (hipérbole) los domingos. Sé que puedo ser un poco histérico y que una cosa así, pues ya ve usted, es ridículo que le arruine (hipérbole de nuevo) a uno el domingo. Pero a lo que iba: resulta que en Cuatro reponen El Planeta de los Simios, la de 1968. Una película salvada in extremis por un final impactante. Sin más. El caso es que pese a haberla visto antes, descubrí algo de lo que no me había percatado. El protagonista, un tal Taylor (interpretado por Charlton Heston), y otros dos astronautas, sobreviven a un aterrizaje forzoso de su nave espacial, en la que habían viajado nada menos que unos dos mil años. Se ven obligados a abandonar la nave accidentada y saltar al agua para alcanzar alguna orilla en un bote salvavidas hinchable. Por ahora omitiré decir que el personaje de Heston no es más que un absoluto cretino, un imbécil integral bien merecedor de una mandíbula rota. Sin embargo, se presupone que es un tipo con un entrenamiento especial (casi mejor sería decir 'espacial'), ¿no?, un astronauta bien preparado. Bueno, pues resulta que al abandonar el cohete, coge el tío y salta al agua... ¡tapándose la nariz! ¡Tapándose la nariz! Vamos, no jodas... ¿es que estamos tontos? Por favor...

05 julio, 2008

Alcohol de más y otras historias

Anoche me senté en el banco que hay en el portal. A esa hora en que la calle está tranquila y oscura y la noche en silencio. Pensé que probablemente hiciera mucho tiempo desde la última vez que alguien se sentara en ese banco. Probablemente desde esa época en que la genten vivía de otra forma. Desde la misma época de la que son los buzones que tenía enfrente, estrechos, perfectamente empotrados en la pared de madera. De la época misma que el interruptor que acciona el flexo dorado, algo inclinado que hay en lo alto.

Entré pensando en cómo algunas cosas me derrotan siempre, y decidí preferible sentarme. Respirar hondo. Por un momento pareció como si las maderas del portal me mirasen amenazantes con sus vetas. Instintivamente, lo sé, dediqué toda mi atención a la mesa vieja, allá, al fondo de lo que veía del portal. Una mesa de pueblo, que idílicamente podría haber sido de la casa que tenía la abuela en el pueblo. Una mesa flanqueada por dos horribles arbustos de plástico perfectamente iguales.

Más sereno, giré la cabeza para ver la pared detrás de mí. Estoy seguro de que nunca me había fijado en los dos tristes bodegones. Cuánto tiempo haría que sustituyeron a aquel gastado tapiz con una escena de caza -algo así como al estilo de un centenario castillo inglés-, absolutamente fuera de lugar, por supuesto, que recordaba de cuando era un crío. Me sentí relajado, y me entretuve en pensar en el portal. Dudé que nadie se hubiera fijado así en el portal desde hacía años. Estaba dispuesto a subir a casa y a meterme en la cama. Mucho más calmado; sin duda mucho más .

Entonces sonó el móvil. Ni siquiera dudé en leer el mensaje; en el fondo lo esperaba. Miré el techo, y me parecío que se hundía por el centro, como si de un momento a otro fuera a empezar a agrietarse, incapaz de sostener el peso de todo el edificio.

Me pareció el momento de subir a casa y meterme en la cama.
Al fin y al cabo, mañana más.

01 julio, 2008

Huyendo

En ocasiones está uno solo. Rodeado de gente y solo (menuda frase, menuda novedad de idea, como si nadie hubiera dicho nada parecido nunca), o simplemente solo y solo. Y a algunos les gusta y se recrean, y disfrutan melancolizándose en esa ruindad con eco. ¡El concepto de estar solo es tan amplio! Y hablo de mí, y no de los demás, en realidad de nadie más que de mí.

Y escribo esto y me percato de lo poco que me gustan los conceptos. Del engreimiento que acarrea decir que tal concepto es tan amplio... Como si supiera yo qué es siquiera un concepto.

Y como no tengo nada mejor que decir, que escribir, pues es así como se va a quedar. En un mero intento de escapar del bloqueo mental que últimamente me reseca de ideas. En el intento por sentarme a teclear por si saliera algo. Flatulencias mentales de adolescente crecidito, ahora que ya ni siquiera unos teclados a tiempo me traen burbujas al cerebro. Hay que joderse...