07 septiembre, 2008

Las 05:37

Algunos piensan que no existe, pero yo sé bien que sí. Las cinco y treinta y siete es una hora. Una hora que bien puede servir, por ejemplo, para volver a casa. Para volver a casa andando, porque no hay dinero para un taxi ni ganas de autobús. Y cuando se vuelve a casa andando a las cinco y treinta y siete, pues pasan cosas. Pasan cosas como ver que sale de un portal un tipo mayor con cuerpo de haber sido bailarín, pantalones de chándal, camiseta y zapatillas deportivas. Probablemente lleve años saliendo a caminar a las cinco y treinta y siete, años empezando así un día sano tras otro.
También a las cinco y treinta y siete se puede cruzar uno con un individuo que vuelve también a su casa, tambaleándose y respirando fuerte. Y cruzarse con él le despierta a uno una sonrisa y hasta cierto cariño. Ese tipo también lo ha pasado bien.
A las cinco y treinta y siete un taxista aparcado en la acera de enfrente escucha Cadena Dial a todo trapo, con las ventanillas bajadas y devorando un bocadillo de jamón. Eso también pasa a las cinco y treinta y siete y se puede ver si uno vuelve a casa a las cinco y treinta y siete.
Y si los astros se habían alineado para que la noche fuera redonda puede que a las cinco y treinta y siete pasen otras cosas: Que dos macarras te chisten desde un BMW en un semáforo rojo para que te acerques. Y, como son las cinco y treinta y siente, pues te acercas. "¿Tienes un cigarro, colega?". Pues mira, me quedan dos, así que, ten, te puedo dar uno. "Es para un porrito". Ah, muy bien. Le das un pitillo y sigues caminando. Pero claro, son las cinco y treinta y siete y es buena hora para darse la vuelta, acercarse a los macarras y negociar. Oye, tío, ¿y si os lo hacéis de aquí y mientras me acercáis un poco a casa?. "Claro, joder, sube, ¿Dónde vas? Nosotros vamos al Keeper, que tenemos unas pibitas ahí esperando". Y desde el asiento de atrás, ves que van con una lata de Mahou Clásica cada uno y piensas, claro, son las cinco y treinta y siete. Y los macarras, que son 'El Tiri' y el Miguel, le acercan a uno a casa y van contando que los jueces son unos hijos de puta y que ellos tienen el teléfono de un par de abogados: "Mira, este es el número de la Miriam, que es la ostia la tía; te saca de cualquier marrón de drogas" y enseña su número, guardado en el móvil. "Pero te estoy hablando de marrones gordos, de doce años. La tía es la ostia, te libra de cualquiera".
Y en lo que te quieres dar cuenta, te han dejado en casa y se van picando rueda rumbo al Keeper. Y entonces miras la hora: las cinco y treinta y siete. Buena hora.