26 noviembre, 2008

La carta prometida de Arancha

Hace más de una semana que recibí una carta desde Addis Abeba, con su sobre amarillo ribeteado de blanco y azul para que me llegara por avión y en los sellos unos antílopes mejor comidos que los propios abisinios. Tengo cosas que decir, pero aún no he respondido.
Recuerdo la primera vez que escuché la palabra "abulia". Fue en la escuela (o en el colegio, que los de mi generación en verdad no decimos escuela), en una clase de literatura en la que nos hablaban de La Busca, de Baroja, ese tipo que paseaba por el Retiro con la boina caladita hasta las cejas y escribía sus novelas con la camisa bien de lamparones. Fue la primera cosa que yo tenía sin saber qué era. La primera que ahora recuerdo, al menos. Luego me pasó más veces. Me ocurrió con la psoriasis, con las ansias de fornicio desbocado y con la congoja de vivir. También con un plastiquito verde y redondo que aún no sé para qué sirve pero que guardo con celo en el cajón de la mesilla. Por si acaso, por si resultara tan inútil como la falta de voluntad, los desconchones en los codos o las erecciones en soledad.
A la carta no he respondido por abulia pura. Pero lo haré. Lo haré cuando los toros caguen tulipanes verdes. O quizá mañana.

2 Comments:

Blogger José Vega said...

Eres bueno.
Y me gusta.

Love
XXX

10:39 a. m.  
Blogger emiliano said...

Había leído mal. Iba a poner un comentario acerca de "La carta com-prometida de Arancha". Pero la verdad es que es igual, que sea prometida o comprometida. Quizá mañana.

3:40 p. m.  

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