05 abril, 2006

Y qué hay entonces importante

Te veo y no se abren las flores, ni las aguas murmullan en una romántica cascada, nada a mi alrededor es más bello, ni está amaneciendo. Mucho menos se está poniendo el sol. Te veo y no me quedo sin aliento, no tengo un nudo en la garganta ni en el estómago un rumor, y mucho menos más abajo. Te veo y no me ruborizo, no tartamudeo ni me quedo tampoco sin palabras. No es más feliz mi día, ni maravilloso el mundo.
Recordarte no me ayuda, pues no está tu recuerdo menos muerto que cualquier fotografía. No me pertenece tu recuerdo más que tú, no me pertenece más de lo que me pertenezco yo a mí mismo.
No iluminas nada si sonríes, como no ilumina nada un excremento en la pared. Si hablas, nada suena a música celestial más que como lo hizo el primer alarido del diablo, no más que una botella a medias que se hace trizas a mis pies. No atraviesas siquiera la nada que me envuelve si me miras. No das vida a nada si me miras, la resurrección nunca existió. Besarme no es mejor que besar a un muerto. No siento más que un muerto si me besas. ¿Puede acaso algo ser más doloroso?
Eres de algún modo como la vida, pues desde el momento mismo en que llegaste te estabas yendo ya. Incluso desde antes te estabas yendo ya. Nada hay más doloroso que amarte como quien ama la vida y es consciente de que lo único que hace es escaparse. Cada segundo contigo me recuerda que te escapas, igual que si te hubieras escapado ya. Exactamente igual que cada segundo de los que paso sin ti. ¿Puede acaso algo ser más doloroso?