13 marzo, 2006

Brillan peligrosas



Brillan peligrosas
las piedras por la lluvia,
calles sin asfaltar, pulcros claustros
que devuelven los pasos.

Cuerpos de verdad
con caras de mentira,
con la misma cara siempre,
con tu misma cara siempre.
Y calles sin asfaltar, pulcros claustros
que devuelven los pasos.

Regocijo del dolor,
sacrifica la cordura
de quien te quiso mal que bien,
de quien te quiere mal que mal.

Y los claustros silenciosos
que no quieren mis pasos
ni mi bien, que me devuelven
al que soy, como espejos
crueles del callejón del gato
muerto.

Ridículo dolor del tiempo,
absurdo acariciar de voz de lija
que dentro de mí resuena,
en esa insondable zona,
desconocida
-como tú, desconocida.

Pulcros claustros matemáticos,
verdaderos,
irrefutables y crueles
que me devuelven mi crudeza
como la peor de las conciencias.
Pulcros claustros repetidos,
iguales, repetidos,
que me devuelven
el arrastrar de mis pies
que caminan sin llevarme a nada nuevo.

Verdad misma de los claustros,
de las calles, allá donde camine.
Verdad irrefutable: dolor de uno mismo.

Duelo, de muerte y de dolor,
cuando aún brillan peligrosas
las piedras por la lluvia.